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miércoles, 7 de agosto de 2013

Y así fue

Y así fue,
una suerte de herida sin bala
un capuchón sin birome
una bandera guardada

olor a naftalina

Así fue,
desabrigado
demasiado picante
amargo
como la llegada del otoño
                                        pero sin peperina


ASB 2013

viernes, 2 de agosto de 2013

sábado, 29 de junio de 2013

tormenta, ventanal abierto, viento, truenos, cama, tierra mojada, pasto empapado

y Aun, me acuerdo de esos ojitos como "de novedad"; sorprendidos del mundo y del trueno...de madrugada
Jamás olvidé aquel rostro a contraluz, de mirada brillosa y sorpresiva infancia. Tenía él, en aquel momento, la ternura y la lucidez de todas "as crianças no mundo".
Verlo así, con la luz de los relàmpagos, y la noche, y la bruma, y el amor de verlo niño sorprendido con la magia, me dejó la mirada impregnada de otra emoción que ahora no alcanza lengua alguna: es algo así como lo que se produce frente a la mirada de un joven aprendiz de mago que, de repente frente a la magia, cree por primera vez en la magia, y en los truenos, y en él, y en mí,
que éramos nosotros.

Era algo así su mirada,
o lo que me producía verla,
o lo que la recuerdo a distancia

Era algo así,
creo,
algo así...
pero mucho más lindo.



ASB (hacia Sordeaux...)

viernes, 10 de mayo de 2013

Borradores de Bondi- Deleuze Spinoza

si como dice Deleuze en las clases sobre Spinoza "el terror que infringe el tirano es la base de la tristeza colectiva" , entonces el tirano, sacerdote y el esclavo son posiciones tristes, pues su poder está fundado en la tristeza de su propia impotencia. 


jueves, 9 de mayo de 2013

Verdade Tropical- Caetano Veloso

Al maestro Renato dos Santos y a Rosana Tealdi

Lembro com muito gosto o modo como ela se referia a ele. Pelo menos ela o fez uma vez e isso ficou marcado muito fundo, dizendo: caetano, venha ver o preto que você gosta. Isso de dizer o preto, sorrindo ternamente como ela o fazia, o fez, tinha, teve, tem, um sabor esquisito, que intensificava o encanto da arte e da personalidade do moço no vídeo.
Era como se se somasse àquilo que eu via e ouvia, uma outra graça, ou como se a confirmação da realidade daquela pessoa, dando-se assim na forma de uma benção, adensasse sua beleza.
Eu sentia a alegria por Gil existir, por ele ser preto, por ele ser ele, e por minha mãe saudar tudo isso de forma tão direta e tão transcendente. Era evidentemente um grande acontecimento a aparição dessa pessoa, e minha mãe festejava comigo a descoberta."

do livro "Verdade Tropical" de Caetano Veloso



Me acuerdo con mucho placer el modo como ella se refería a él. Por lo menos ella lo hizo una vez y eso quedo marcado muy hondo, diciendo: Caetano, vení a ver al "negrito" que te gusta. Eso de decir "negrito" sonriendo tiernamente como ella hacía, o hace, tenía, tuvo y tiene un sabor exquisito, que intensificaba el encanto del arte y de la personalidad del tipo en el video.
Era como si se asomase aquello que veía o escuchaba, una otra gracia, o como si la confirmación de la realidad de aquella persona, dando se asi en forma de una bendición, espesaran su belleza.
Sentía alegría por Gil existir, por él ser "negrito", por él ser él, y por mi madre elegiar todo eso de un modo tan directo y tan transcentente. Era evidentemente un gran acontecimiento la aparición de esa persona, y mi madre festejaba conmigo el descubrimiento.
Del libro "Verdad Tropical" de Caetano Veloso. Trad. A. Saubidet


jueves, 2 de mayo de 2013

Mejor no dudar (cuando la ficción supera la realidad Borda)



Yo les dije. Les dije a todos ellos que esto iba a pasar, que nos iban a venir a buscar los azules. Yo les dije, pero no me quisieron creer. Carlitos fue el único que me creyó, porque el mudo siempre me cree. Él sabe. Carlitos sabe.
Yo veo que él anota. Hace bien en anotar.
Escorta.
Yo les dije a los pibes que iban a venir los azules hijos de puta. Yo sabía que iban a llegar. Nos vienen a matar. Yo les dije, van a venir los azules y nos van a cagar a palos.
Escorta.
Yo voy a ser presidente y ellos lo saben. Yo sabía que esto iba a pasar.
Tengo que buscar algo porque nos van a cagar a palos
Les dije, yo les dije y Carliros lo anotó. Yo lo vi. El mudo sabe.
Escorta.
Vinieron los azules hijos de puta.
Nos vinieron a buscar.
Escorta.
            
Cobardes. ¿tienen la orden judicial? No puedo creer que haya gente que se entrene para matar, que no vea más allá de nada. Ni siquiera dudan ni dos minutos en a quién van a reprimir.
Están todos locos. Soy una laburante como ustedes. Cobardes de mierda.
No pueden reprimir así, y tirar contra nosotros, nosotros somos ustedes. ¿Quién los manda? ¿A qué órdenes responden? Den un hombre, hijos de puta o también les cortaron la lengua. Yo soy doctora, profesora, una laburante como ustedes.
El hospital no los quiere. Así no los necesita. Se olvidan que este espacio es público, no pueden permitirse ser empleados de cualquier patrón. Este espacio es público.
No me agarres, Jorge. Ya me ato los cordones, no me hinches las pelotas. Estos son todos unos cagones. Cobardes de mierda. ¿Quién les enseñó a matar? Ya van a ver.
En sus miradas hay tanto odio e indiferencia, parecen anestesiados. Ustedes también tienen miedo en la cara. Miedo a lo que nosotros podemos sin tanto casco, ni tanta bala. Tienen miedo detrás de esos escudos, por eso usan escudos.
No me mires así que no te tengo miedo, miedo me tiene tu patrón que te manda a vos para hacerme creer que tengo que tenerte miedo.
Tengo todo el guardapolvo manchado de sangre y no te importa mientras tu uniforme parezca limpio. Detrás de ese odio, de ese traje y de esa violencia, hay miedo. Un miedo y un resentimiento por todo lo que no han podido en esta vida y lo que nunca van a poder ser, porque ya no sienten.
Insensibles de mierda.
No me mires así. Sos un cobarde.
Y sí, les vamos a hacer frente aunque nos maten, acá nos quedamos.
Del hospital no nos sacan.

 
Tengo un calor debajo de este casco y ¡este traje todo azul! El sol está que pela.
Este piso de mierda, casi me tropiezo.
En la Metropolitana me dijo un compañero (y fue el mejor consejo que me dieron) que hay que tener los cordones siempre bien atados por si hay que correr. Hubiera preferido ser en este momento un zángano como mi viejo. No tengo ganas de correr. Tengo calor.
¿Qué carajo hago en esta fila de escudos, cascos y chalecos azules? Me duelen los pies. Estas botas son insoportables. Ni sé a qué vinimos.
Así funciona el cuerpo al que pertenezco: nadie sabe muy bien por qué está ahí, hasta que te hacés a la fuerza, y una vez que entrás ya no podés salir. Así que vas a dónde te lo indican y tenés que estar siempre atento por si te llaman. Hoy me toca venir y la verdad es que, como dicen los jefes, mejor no saber, porque si uno se detiene a dudar en la verdadera causa de cualquier orden, seguramente nadie de nosotros la cumpliría en un principio; o sí, pero eso pasa cuando vienen de familia de canas. Yo no vengo de una familia de canas. Vengo de un padre zángano que siempre se cagó en mi vieja.
Pero bueno no tengo que dudar que es mi viejo, tenemos la misma jeta.
Quien lo hubiera dicho…
El que era policía era mi tío. Yo siempre creí que los policías son como la clase baja de los milicos. A los milicos se los entierra en la Recoleta; a los canas, con suerte, en Chacharita. A mi tío no le dio el cuero para ser milico y a mí me dio el cuero para ser como mi tío (lo cual ya es mucho).
Mirá qué buena que está la minita de enfrente. Lástima que hable a los gritos. Le queda lindo el guardapolvo, así medio ajustadito. Yo le daría igual, cómo me calienta, aunque me corto las bolas si la tengo en casa. Decí que contra la gente que manifiesta “no podemos avanzar sexualmente”, que si no...
Bueno eso es lo que se dice.
No sé..., mejor no dudar.


Agustina Saubidet


domingo, 21 de abril de 2013

Vinicio Capossela- Ultimo Amore


Vinicio Capossela & Antonio Albanese- Ultimo Amore

El Viaje



No puede dormir. Aún faltan varios minutos para levantarse.
Esta vez no quiere levantarse. Esta vez no quiere ir. Le duele la cabeza como si el alcohol hubiera empeorado las cosas. Finalmente suena el despertador. El sonido es como el de un teléfono, pero de los viejos. Lo apaga rápido. Nunca pudo cambiar el tono que le había elegido. Nunca supo, nunca quiso. Antes era una forma de recordarlo. Ahora deseaba, con pulcro esmero, olvidar cada detalle que hacía de ese trayecto diario, un trayecto no cualquiera, porque esta vez el destino de ese día era como encontrar un paraíso perdido, sabiéndolo perdido de antemano (algo tan terrible como los segundos previos al vómito).
Tenía miedo. Miedo de volver, de verlo, de verse. Sin embargo, tenía que hacer ese viaje para pensar en no pensarlo nunca más.
Finalmente se levanta. Prende un pucho antes que un mate. Está nerviosa. Pone a calentar el agua deseando que el fuego no funcione, que se apague, que el agua se evapore. Que el viaje sea corto, como un vuelo a Montevideo.
Mira el reloj. Son las ocho y hace calor. Se anticipa un mediodía insoportable. Decide no bañarse. Decide no llevar ningún saco.
Aunque transpire, la fiebre no baja.
Prefiere ir más descubierta, como buscando ingenuamente una levedad imposible.
Lo pasado vendrá después, en el tren; cuando llegue y ya no lo vea, sino que lo huya.
(De un lugar se huye, pero esto era distinto: Era huirlo).
Sobre el sillón del living, había dejado la mochila preparada a medias: cepillo de dientes, billetera, papeles. Una dirección desconocida. Un libro.
Cualquiera.
cualquiera que no la hiciera pensar.
Un libro que le hiciera el viaje más corto.
En realidad, cualquier excusa es buena para pensar.
El tema era no pensarlo.
Aunque lo piensa, aunque ya no la entretenga (y menos la divierta).

Revisa si está todo.
Suspira. Sigue con miedo, pero ya sin ganas de vomitar. Agarra sus cosas, se ve discreta en el espejo. Se va, cerrando la puerta con cuidado para que nadie escuche, aunque esté sola.
El viento intenta despabilarla (tres cuadras le alcanzan). Llega a la parada y mira el cartel. Tiene las letras desteñidas, borradas. Superpuestas, corroídas, quebrantadas. Antes de poder adivinar al menos una línea, llega el colectivo.
La avenida va en cámara lenta; mientras ella recorre en su cabeza el trayecto.
Faltan kilómetros de olvido.
Y la avenida va lenta, como detenida...

Llega a Retiro. Los vendedores ambulantes con olor a frito y las uñas negras, ya no están en la calle. Escucha atenta el comentario de que los desalojaron hace unos días.
Desde la noticia, los extraña. Sabe que ya no vuelven: ellos, su olor y sus uñas.
Extraña verlos gritarse al mejor estilo napolitano.
Saberlos trabajar.
Antes ella mataba el tiempo de espera, mirándolos moverse, reír, hablar. Entretenerla era también un trabajo que ahora sabe que jamás les pagó, salvo con un despertador violeta que terminó en la basura (y por eso ahora usaba su celular de alarma y su tono, viejo…de teléfono)
Algo cambió.
Extraña ese olor, ese que parecía no querer nadie.
Sabe que en un año nadie los recordará, ni a ellos, ni a sus gritos. Simplemente no estarán más y nadie sabrá el destino de esa ausencia.
Saca el boleto. Es su día de suerte porque faltan cinco minutos para que salga. La espera es casi tan breve como necesaria. Ya no recuerda a los vendedores ambulantes, ya no hace falta verlos.
Sube la ventanilla para que entre el sol que no tiene en su casa.
El resto sigue igual: con sus carteles, con los nombres de las estaciones en francés que recitaba ya de memoria: Boulogne sur Mer, Sourdeaux, Grand Bourg..., con sus asientos duros y sus ventanillas mugrientas, con sus pisos encharcados, como su nombre en francés.
Todo sigue igual.
Pregunta la hora. Falta un minuto para que salga.
Saca el libro.
Olvida en dónde lo dejó la última vez (tampoco sabe cuándo fue la última vez). Relee y busca con atención su marca perdida en birome azul:
 “Sólo una persona que haya sido discriminada sabe lo que eso representa y lo profundamente que hiere.”
Llora.
Finalmente no le importa.
Llora a los gritos, como lloran los italianos del sur.
A veces.


A S B  20/04/2013

martes, 12 de marzo de 2013

Entre pájaros y lobos



Soy yo la que insistí en hablar sólo de pájaros y nunca decir lo que duele (ese es el secreto que esconde la magia, a veces).
Ahora, nada me entretiene lo suficiente como para que los lobos se camuflen, no se van. Sus aullidos me ensordecen.
Corro por el bosque. Corro toda yo de mí y de los lobos, pero ellos salen de sus cuevas y sigo corriendo. No escribo, no amo, no vivo, porque no creo. Ya no creo en nada, o mejor dicho ya no creo que el bosque sean sólo pájaros.Sólo corro.
Quiero hablar ahora de los lobos, esos que me mordieron los brazos y me deshilacharon el alma.
No se puede hablar de esto con los lobos, los lobos no entienden, aúllan a una luna que ya no está; desgarran con sus pezuñas los cantos de los pájaros, porque lo único que quieren escuchar los lobos es su propio aullido. El resto les parece todo insoportable.
Por eso matan a los pájaros y porque sé esto es que sé que tampoco sirve de mucho contar los cadáveres.


Marzo 2013