Soy
yo la que insistí en hablar sólo de pájaros y nunca decir lo que duele (ese es
el secreto que esconde la magia, a veces).
Ahora,
nada me entretiene lo suficiente como para que los lobos se camuflen, no se van.
Sus aullidos me ensordecen.
Corro
por el bosque. Corro toda yo de mí y de los lobos, pero ellos salen de sus
cuevas y sigo corriendo. No escribo, no amo, no vivo, porque no creo. Ya no
creo en nada, o mejor dicho ya no creo que el bosque sean sólo pájaros.Sólo corro.
Quiero
hablar ahora de los lobos, esos que me mordieron los brazos y me deshilacharon
el alma.
No se
puede hablar de esto con los lobos, los lobos no entienden, aúllan a una luna
que ya no está; desgarran con sus pezuñas los cantos de los pájaros, porque lo
único que quieren escuchar los lobos es su propio aullido. El resto les parece
todo insoportable.
Por
eso matan a los pájaros y porque sé esto es que sé que tampoco sirve de mucho
contar los cadáveres.
Marzo 2013