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jueves, 31 de agosto de 2017

Mapuche Vs. Benetton

Patagonia Argentina, ¿tierra de nadie?, ¿de todos?, ¿de ellos?, ¿de nosotros?

América, entre otras tierras, ha sido construida sobre cadáveres. Sé que decir esto puede sonar fuerte e injusto, pero así suelen ser las realidades que no podemos cambiar.
Caminamos sobre cementerios humanos en gran parte sin lápidas, ni ceremoniales, ni memoria: gente torturada, asesinada a mansalva sin razón y sin recuerdo.
Sin embargo, como suele ser este continente lleno de contrastes y contradicciones, el origen de la mayoría de los actuales habitantes de Argentina corresponde a los mismos asesinos de esas civilizaciones.
En el medio de toda esta historia, la culpa, las disculpas y el respeto se desvanecieron pues aunque el discurso oficial “legalmente” ampare los derechos de los indígenas (ver nota al pie Constitución Nacional Argentina artículo 75 inciso 17[1])  al parecer esto no alcanza para que el Estado Nacional Argentino los represente. La dura realidad actual nos muestra que los sobrevivientes de las culturas precolombinas son sencillamente discriminados en medida por el resto de la población.
En sistema político argentino se caracteriza por decirse democrático y representativo. Toda la población -y digo toda, pues en Argentina el voto es obligatorio-, delega un trozo de su poder a un representante, que, como sabemos, sólo representa a una parte de la población: en su mayoría urbana, blanca, occidental- judeocristiana.
Mientras en épocas de las presidencias de C.S.Menem (1989-1999) nuestro país procedía a un vaciamiento sistematizado de las empresas estatales -junto con la venta indiscrimidanda de territorios fiscales nacionales en manos ahora en muchos casos de extranjeros y la apertura irrefrenable de las importaciones garantizando las quiebras de inmunerables empresas nacionales, entre otras cosas- grupos multinacionales tales como el de los Benetton[2] procedían a la llenarse sus “magros” bolsillos al mismo tiempo que la cegada  población argentina veía en sus nuevos televisores importados de 48000 pulgadas, comprados en cómodas cuotas, los “generosos, progres y verdes” comerciales de la famosa marca de ropa vendiéndonos, entre buzos y pantalones: la multiglobalizada IGUALDAD DE RAZAS (quizás el grupo Benetton tenga razón y todos somos “igualmente EXPLOTADOS” ante la ley de los grandes grupos económicos, ¿no? ¿de eso se tratará la igualdad? Haberlo sabido antes y nos hubiéramos ahorrado varias revoluciones, conquistas y demás guerras. ¡Al menos voy entendiendo de lo que se trata la historia!).
En problema principal sin embargo, a mi entender, no radica solamente en la presencia de  grupos multinacionales, sino en la AUSENCIA total de un Estado que realmente represente los derechos de sus habitantes.
En la actualidad, la comunidad Mapuche, como muchas otras comunidades indígenas, intenta recuperar sus tierras, hoy en manos de estos grupos multinacionales o grandes terratenientes que los acusan de usurpadores y de mentirosos; mientras que el poder judicial sigue representando los intereses de los grandes capitales, olvidándose una vez más de “hacer justicia”.

Tierras que han sido de ellos y ellos han sido, son y serán de esas tierras.
Mapuche significa tierra de la gente, la tierra para los mapuches, como para muchos otros pueblos, es su identidad. El hombre es parte de la tierra, así como la tierra es parte del hombre. Una tierra que por diversas circunstancias ha sido campo de batalla y testigo silenciosa de tantos asesinatos y mutilaciones. Una tierra que ellos aman, respetan y veneran con mucha más altura que muchos pueblos “huincas” (blancos o pueblo extranjeros para los mapuches)
Esta forma de significar la tierra en tanto “tierra comunitaria” es bastante difícil entender dentro del discurso occidental basado en la propiedad privada ya que no existe en este discurso una figura jurídica que pueda representar esto. Por otro lado, la misma comunidad mapuche no posee la categoría occidental de “propiedad privada”, razón por la cual se vuelve aún más difícil poder defender su “tierra-cominitaria”.
Tuve la oportunidad de presenciar una charla de la comunidad mapuche realizada en el Centro cultural de la Cooperación en Buenos Aires [2003] y hubo una frase que realmente me quedó grabada: “la lucha es ocupar territorio para LIBERARLO
¡Qué diferente y lejano parece esto frente al espíritu conquistador del discurso occidental que nos impone una acumulación irracional e impulsiva de bienes! Nos han enseñado desde chicos a acumular, a retener sin sentido, a sumar y a contar, a conquistar sin límite. Jamás hemos realmente aprendido a liberar, compartir, hacer circular lo que “hemos conquistado”, que en realidad es de todos como un acto sentido, desinteresado.
Se abre sobre este punto millones de interrogantes, ¿como defender lo propio frente a un otro que no concibe la realidad de la misma forma? ¿qué ley nos hace falta construir para que estas injusticias no se prolonguen por más tiempo? ¿cómo luchar con las mismas armas y medios que en realidad jamás nos representaron ni nos defendieron? ¿cómo plantear una “unidad nacional”, si a la hora de defender nuestra identidad las lanzas una vez más nos atraviesan?
Como algún Mapuche dijo, “esta lucha la empezamos nosotros, tal vez la tengan que seguir mis hijos y mis nietos, pero estoy segura de que al final vamos a volver.”
La lucha no es de ellos contra alguien, tampoco de un sistema contra otro, de lo que se trata es de hacer justicia.
La lucha ahora se ha vuelto un compromiso de todos, para todos, por ella, por la TIERRA, para LIBERARLA...




[1] Articulo 75 Inciso 17 de la Constitución Argentina: “Reconocer la preexistencia étnica y cultural de los pueblos indígenas argentinos. Garantizar el respeto a su identidad y el derecho a una educación bilingüe e intercultural; reconocer la personería jurídica de sus comunidades, y la posesión y propiedad comunitarias de las tierras que tradicionalmente ocupan; y regular la entrega de otras aptas y suficientes para el desarrollo humano; ninguna de ellas será enajenable, transmisibles ni susceptible de gravámenes o embargos. Asegurar su participación en la gestión referida a sus recursos naturales y a los demás intereses que los afecten. Las provincias pueden ejercer concurrentemente estas atribuciones.”

[2] En la actualidad [2003] el Grupo Benetton posee aproximadamente 900.000 hectáreas, es decir 40 veces la ciudad de Buenos Aires; 85 veces Paris, distribuidas a lo largo de varias provincias de la región Patagónica.

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